Conoce la vida y obra de San Gilberto de Sempringham, el único santo inglés fundador de una orden religiosa mixta y un ejemplo de humildad, sabiduría y fe.
El hombre que rompió esquemas en la Edad Media
San Gilberto de Sempringham es uno de los santos menos conocidos fuera del Reino Unido, pero su figura destaca de forma especial en la historia de la Iglesia católica por haber sido el único santo inglés fundador de una orden religiosa, y además una muy particular: la Orden de Sempringham, la única en su tiempo que acogía a hombres y mujeres bajo la misma regla de vida.
Nacido en el siglo XI, su vida fue una constante búsqueda de justicia, humildad y servicio. En este artículo repasaremos quién fue, qué hizo y por qué San Gilberto de Sempringham sigue siendo recordado hoy, casi 900 años después de su muerte.
Origen noble y carácter humilde
San Gilberto de Sempringham nació alrededor del año 1083 en Sempringham, una aldea de Lincolnshire, Inglaterra. Era hijo de un noble normando acomodado llamado Jocelin, pero desde pequeño demostró tener un carácter reservado, piadoso y muy sensible a las necesidades de los más pobres. A pesar de su posición social, nunca buscó destacar ni en el poder ni en la riqueza.
Fue educado en Francia, como muchos hijos de nobles de su época, y al regresar a Inglaterra se ordenó sacerdote. Su humildad le hizo rechazar cargos importantes, prefiriendo vivir entre campesinos y servir a su comunidad.
Un sacerdote con visión diferente
Una de las cosas que caracterizó a San Gilberto de Sempringham fue su deseo de dar oportunidades a las mujeres que querían consagrarse a Dios. En una época donde el acceso al conocimiento y a la vida religiosa estaba reservado casi exclusivamente a los hombres, él rompió moldes.
Fundó un monasterio donde vivían siete mujeres que deseaban llevar una vida religiosa. Pronto se unieron a ellas otras jóvenes, y con el tiempo también varones decidieron seguir su ejemplo. Así nació la Orden de San Gilberto o de Sempringham, la única orden religiosa inglesa de fundación autóctona que fue aprobada por Roma.
Una orden religiosa única
Lo que hizo especial a la Orden de San Gilberto de Sempringham fue su estructura mixta: hombres y mujeres vivían separados, pero bajo la misma regla y administración. Las mujeres se dedicaban a la oración, la contemplación y las labores del convento, mientras que los varones se encargaban de la liturgia, la predicación y la dirección espiritual.
San Gilberto supervisó todo con paciencia y sabiduría. No aceptaba el lujo ni el poder, y prefería que los recursos se destinaran a educar a los pobres y cuidar de los enfermos.
Además, fue un pionero en la organización de escuelas monásticas para niñas, lo cual era extremadamente raro en su época. Su orden llegó a tener más de 13 casas en Inglaterra antes de su muerte.
Pruebas, humildad y canonización
Durante su vida, San Gilberto de Sempringham enfrentó varias dificultades. Fue acusado injustamente de ayudar a los enemigos del rey Enrique II durante las tensiones con la Iglesia, pero logró demostrar su inocencia. Pese a todo, siempre respondió con mansedumbre, sin orgullo ni rencor.
Murió a los 106 años, el 4 de febrero de 1189, en su monasterio de Sempringham. Fue canonizado en 1202 por el Papa Inocencio III, y su festividad se celebra cada 4 de febrero. Es considerado patrono de los educadores y promotores de la igualdad religiosa.
El legado de San Gilberto de Sempringham
Aunque su orden fue disuelta durante la reforma inglesa del siglo XVI, su huella permanece viva en la historia y en el ejemplo que dejó:
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Promovió el acceso de las mujeres a la vida religiosa organizada, algo prácticamente inédito en su tiempo.
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Fue ejemplo de una vida austera, dedicada a los pobres y alejada del poder político.
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Demostró que es posible la convivencia y colaboración entre hombres y mujeres bajo la fe cristiana, algo revolucionario en el siglo XII.
Devoción actual a San Gilberto
En Inglaterra, especialmente en Lincolnshire, San Gilberto de Sempringham sigue siendo recordado con cariño. En su antiguo monasterio se conserva una capilla en su honor, y su vida es estudiada por historiadores religiosos por el valor que tuvo su propuesta de comunidad mixta.
En algunos círculos católicos modernos, también se le cita como precursor de la equidad de género en la Iglesia, y su figura ha sido recuperada en los últimos años como símbolo de inclusión, justicia y entrega total a Dios.
Enseñanzas de San Gilberto de Sempringham
San Gilberto no escribió tratados ni grandes obras teológicas, pero su ejemplo fue mucho más elocuente que cualquier libro. De su vida se desprenden enseñanzas como:
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La importancia de la educación y la fe, sin distinción de género.
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La necesidad de poner los dones al servicio de los más pobres.
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Que la verdadera grandeza está en la humildad y el servicio discreto.
Su lema podría resumirse en una frase sencilla: “Quien enseña al que no sabe, cumple con la voluntad de Dios”.
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