¿Qué se celebra el 6 de febrero?
El 6 de febrero la Iglesia Católica conmemora a los Santos Pablo Miki y compañeros, un grupo de 26 mártires crucificados en Nagasaki, Japón, en el año 1597. Este grupo estaba formado por religiosos y laicos, entre ellos tres jesuitas, varios franciscanos y jóvenes catequistas japoneses. Su testimonio sigue conmoviendo al mundo y es un poderoso recordatorio de que la fe puede sostener incluso en los momentos más dolorosos.
¿Quién fue San Pablo Miki?
San Pablo Miki era un jesuita japonés nacido en Kioto en 1564, en una familia noble. Fue educado en el colegio jesuita de Azuchi, donde destacó por su inteligencia, carisma y profundo amor por Cristo. Más adelante, ingresó en la Compañía de Jesús, convirtiéndose en el primer jesuita japonés.
Era un gran predicador y se ganó el respeto de muchos japoneses, tanto cristianos como no cristianos. Su voz clara y valiente anunciaba el Evangelio con convicción, algo que no pasó desapercibido para las autoridades del país, que empezaban a desconfiar del creciente número de cristianos.
Contexto histórico de la persecución
A finales del siglo XVI, el cristianismo había crecido rápidamente en Japón gracias al trabajo misionero de jesuitas y franciscanos. Sin embargo, el poder político comenzó a ver con recelo esta expansión, temiendo una posible invasión o pérdida de control social.
El shogun Toyotomi Hideyoshi, temiendo la influencia extranjera, ordenó una persecución contra los cristianos. Como advertencia, mandó arrestar y ejecutar públicamente a 26 creyentes, entre ellos Pablo Miki. Querían que su muerte sirviera de escarmiento, pero ocurrió justo lo contrario: su valentía sembró aún más el Evangelio en el corazón del pueblo.
El camino hacia el martirio
Los Santos Pablo Miki y compañeros fueron arrestados en Osaka, mutilados públicamente al cortarles parte de la oreja, y obligados a caminar más de 800 kilómetros hasta Nagasaki, donde serían ejecutados. Durante el trayecto, lejos de rendirse, cantaban himnos, rezaban en voz alta y predicaban con una fe que asombró a todos los que los veían.
El 5 de febrero de 1597 fueron crucificados en una colina de Nagasaki, en lo que hoy se conoce como la Colina de los Mártires. Desde sus cruces, los mártires rezaban y perdonaban a sus verdugos. Pablo Miki, en particular, predicó su último sermón desde la cruz, proclamando su fe en Cristo ante la multitud.
¿Quiénes eran los compañeros de San Pablo Miki?
Los 25 compañeros de San Pablo Miki incluían a dos jesuitas más, seis franciscanos españoles y mexicanos, y diecisiete laicos japoneses, entre ellos niños, adolescentes y catequistas. Algunos eran carpinteros, otros artesanos y otros simplemente cristianos comprometidos.
Entre ellos estaban figuras como San Felipe de Jesús, originario de México, que se convirtió en el primer mártir de América en ser canonizado, y San Pedro Bautista, un franciscano español que lideró la misión franciscana en Japón. Su diversidad muestra cómo la fe unió a personas de distintas edades, culturas y condiciones sociales.
Canonización y legado espiritual
Los Santos Pablo Miki y compañeros fueron canonizados por el papa Pío IX en 1862, reconociendo oficialmente su santidad y testimonio heroico. Desde entonces, su fiesta se celebra el 6 de febrero en todo el mundo, especialmente en Japón y en comunidades católicas de Asia y América.
Su ejemplo sigue siendo fuente de inspiración para misioneros, catequistas y todos los fieles que desean vivir su fe con coherencia y valentía, incluso cuando enfrentan persecución o incomprensión.
La cruz como trono de gloria
Uno de los aspectos más conmovedores del martirio de los Santos Pablo Miki y compañeros es cómo transformaron el dolor en testimonio de amor. La cruz, que debía ser instrumento de vergüenza y muerte, se convirtió en trono desde el cual anunciaron la esperanza de la resurrección.
Sus últimas palabras no fueron de odio, sino de perdón y fe. Pablo Miki declaró:
“No hay camino a la salvación fuera del de Cristo. En este momento yo te perdono, y deseo con toda el alma que tú también puedas conocer este amor”.
¿Qué nos enseña hoy este grupo de mártires?
En una época donde muchas veces la fe se vive con tibieza, los Santos Pablo Miki y compañeros nos recuerdan que la fidelidad a Cristo puede costar, pero vale la pena. Su testimonio es una llamada a vivir con autenticidad, sin miedo al qué dirán, y confiando siempre en el amor de Dios.
También nos enseñan que la santidad es posible en cualquier vocación: sacerdote, laico, joven o adulto. Todos estamos llamados a dar testimonio, incluso en las dificultades.
Celebraciones actuales
Cada año, en la Colina de los Mártires de Nagasaki, se celebra una misa solemne para conmemorar a los Santos Pablo Miki y compañeros. Miles de personas peregrinan hasta ese lugar sagrado, donde hoy se alza un monumento que recuerda su entrega.
En otras partes del mundo, como México, Filipinas y España, también se organizan actos litúrgicos y catequesis para dar a conocer su historia. La devoción a estos mártires sigue viva en muchos corazones.
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